No sólo es uno de los rubros que supera al promedio de inflación, sino que las subas afectan más a segundas y terceras marcas. El impacto sobre el nivel de consumo y la mesa de los hogares más vulnerables.
Nota: EL DÍA
9/6/19
Durante la última semana, en algunas panaderías, el kilo de pan alcanzó los 100 pesos. La novedad provocó asombro y desconcierto. Y volvió a colocar a la inflación en el rubro alimentos -que se ubica por encima del promedio en lo que va del año, alcanzando picos de hasta el 45% y con panificados, golosinas y vinos liderando la lista- en la mira.
Los analistas no sólo destacan la fuerte incidencia de los aumentos en los productos más sensibles de la canasta familiar, sino que indican que el impacto es mayor en los artículos de segundas y terceras marcas -precisamente aquellos a los que recurren los sectores más vulnerables o los que buscan hacer rendir más el valor de su dinero- mientras en las últimas semanas tendió a frenarse en productos premium.
Los aumentos en el pan, atribuidos al incremento de un 10% en la harina y a los últimos aumentos en las tarifas, especialmente la del gas, no alcanzaron a todos los comercios minoristas: muchos panaderos optaron por absorber los nuevos incrementos y no trasladarlos a precios, con lo cual en la última semana el kilo de pan en La Plata se conseguía a precios que abarcaban un amplio abanico que iba desde los 60 a los 100 pesos.
Al mismo tiempo, entre los clientes se acentuaron nuevos hábitos de consumo, como espaciar las compras o comprar una determinada cantidad de piezas en lugar de uno o medio kilo.
Con una pérdida del poder adquisitivo del salario que según estimaciones del sector privado alcanza a los 12 puntos en el lapso del último año, el pan a 100 pesos convirtió a un consumo básico, tradicionalmente uno de los más accesibles de la mesa hogareña, en uno de más difícil acceso .
Las comparaciones con otros países del mundo no se hicieron esperar y aparecieron así las referencias a “uno de los panes más caros del mundo” o un “artículo de lujo”.
“Hoy no se sabe cómo se forman los precios ni se conocen la rentabilidad de cada eslabón de la cadena”
Héctor Polino
Consumidores Libres
Por caso, la comparación con Francia revela que el salario mínimo argentino compra tres veces menos pan que su par francés. Y que la inversión proporcional en pan va a ser mayor para quien lo compra con un salario mínimo en Argentina que para quien lo hace con el mismo tipo de ingreso en países como Uruguay o Chile.
De acuerdo con este razonamiento , si un argentino que cobra el salario mínimo vital y móvil ( hoy de 12.500 pesos) compra un kilo de pan por día a fin de mes habrá destinado el 25% de sus ingresos sólo a ese consumo, mientras que la proporción sería del 10% en Francia, del 11% en Uruguay y del 20% en Chile.
Los aumentos en alimentos superan a la inflación promedio por entre dos y seis puntos
En este marco, platenses que viven en distintos países del mundo analizaron el impacto del gasto en alimentos sobre los ingresos en naciones como España o Italia y consideraron que comer en esos países no sólo cuesta proporcionalmente menos con relación al ingreso, sino que hay una mayor previsibilidad en los precios que permite planificar mejor la economía y favorece la capacidad de ahorro (ver aparte).
“Vivo en Zaragoza y viajo seguido a la Argentina. La última vez que lo hice me alarmó ver el peso de la inflación sobre los alimentos más básicos. Y también desconcierta encontrar tanta disparidad de precios”, dice Nicolás Cassinelli, ingeniero y músico.
Mónica Zimmerman, que vive en Roma desde hace 25 años resume: “vuelvo a la Argentina al mens una vez al año y nunca termino de entender los precios”.
Desde entidades de defensa del consumidor, en tanto, destacaron el impacto tanto psicológico como cultural de la llegada del pan a los 100 pesos. Y se destacó cómo el billete de ese valor, de la mano de la inflación, cada vez compra menos alimentos en almacenes y supermercados.
Así, si hasta hace pocos años con un billete de 100 podían comprarse cuatro sachets de leche de primera marca, hoy por ese valor se pueden adquirir dos a 48 pesos cada uno.
Una recorrida por las góndolas de un supermercado en la actualidad muestra que el mismo billete alcanza para comprar dos kilos de azúcar de primera marca (41 pesos cada uno), tres kilos de harina (33,19 cada uno), un frasco de mermelada de primera marca, (entre 77 y 99.50 pesos), una caja de arroz de primera marca (89 pesos) o un queso cremoso untable de primera marca (96 presos), entre otros artículos.
PICOS DEL 45%
Según estudios de consultoras privadas, los aumentos de los alimentos superan a la inflación promedio y registraron picos del 45% en lo que va del año.
La mayoría de las subas se atribuyen a la devaluación y al incremento de tarifas y combustibles. Y aunque desde ámbitos empresarios se asegura que todavía no se ha trasladado toda la devaluación a los precios, la caída del poder adquisitivo y del consumo hace que algunos apuesten a evitar nuevos aumentos y resignar rentabilidad.
Así, las listas de precios que llegaron a los supemercados muestran en lo que va del año aumentos de hasta el 45% en algunas categorías de alimentos.
Entre enero y mayo, el promedio de los aumentos en el rubro es de entre el 21 y el 25%, lo que equivale a entre dos y seis puntos por encima de la inflación acumulada. Entre los que más aumentaron se cuentan vinos, golosinas y pan.
Al mismo tiempo se notó en los últimos meses una desaceleración en los aumentos en los alimentos de gama alta, aunque no en las segundas, terceras y cuartas marcas.
Héctor Polino, representante legal de Consumidores Libres, entidad que desde hace 24 años hace el seguimiento de los precios de una canasta de 38 productos, califica de “insólito” el aumento del pan y dice que en el actual contexto hay aumentos en todos los productos, pero impactan más en el rubro alimentos.
El dirigente destacó que en la Argentina de hoy se da una situación muy particular, en la que no hay precios de referencia ni controles (un mismo producto puede aparecer con varios precios en diferentes negocios ) y se adoptó una dinámica de “aumentos preventivos” que no tienen relación con los costos de producción.
“Hay´aumentos preventivos´ que no se explican por las alzas de los costos de producción”
Por otra parte, destacó que la dolarización de las tarifas y de los precios de los combustibles incide sobre los precios de los alimentos, pero se da a su vez en un contexto en que los salarios y las jubilaciones corren detrás de la inflación y pierden poder adquisitivo.
“Hoy no se sabe cómo se forman los precios ni se conoce las rentabilidad de cada eslabón de una cadena de producción. Lo único claro es que los dos extremos de la cadena, el productor y el consumidor son los más vulnerables. Lo que nosotros pedimos es que se aplique la ley que creó el Observatorio de Precios en 2014 que permitiría saber cómo se compone el precio de cada producto y la rentabilidad de cada eslabón de la cadena que lo produce y comercializa, lo que permitiría detectar distorsiones”.
Por otra parte, Polino destaca la concentración de la industria alimentaria en pocas manos como otro factor que favorece la inflación en los alimentos y promueve una “ley de góndolas” que permita la venta de producciones regionales en grandes supermercados para favorecer la competencia.
Para el dirigente se trata de herramientas que permitirían descubrir dónde se inician las distorsiones de precios, evitar los “aumentos por las dudas” y llevar los controles a los formadores de precios y no a los comercios minoristas, donde no tienen efectividad.
25%
De un salario mínimo en Argentina demandaría el consumo de un kilo de pan diario. La misma compra equivale al 10% de un salario mínimo en Francia, al 11% en Uruguay y al 20% en Chile.
40%
Hasta ese porcentaje llegan los picos registrados en el rubro alimentos en lo que va del año. El promedio fue de entre el 21 y el 25% con mayor incidencia en panificados, vinos y golosinas.
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